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Historias reales: cuidar sin consumirse y coordinar el cuidado familiar

  • Foto del escritor: Senium blog
    Senium blog
  • 28 oct
  • 4 Min. de lectura

Ana y su padre tras coordinar el cuidado familiar


Ana tiene 54 años y vive a 40 minutos de su padre, Miguel, de 82 años. Miguel toma varias medicaciones y sus visitas médicas requieren seguimiento; al principio, Ana se ocupaba de todo: pedir cita al neurólogo, organizar transportes, gestionar recetas y responder a las dudas de sus hermanos. El resultado fue rápido y claro: agotamiento.


Además de la carga emocional, la gestión era un mosaico de herramientas: un Google Calendar para las citas, un grupo de WhatsApp familiar donde las conversaciones se mezclaban con memes y asuntos domésticos, algún registro de medicación en una hoja compartida y documentos dispersos en la nube. Ese enfoque fragmentado provocaba duplicidades (dos personas pidiendo la misma cita), mensajes perdidos y la inseguridad de llegar a una consulta sin la información completa sobre alergias o cambios en la medicación.


Hace tres semanas la familia decidió probar otro método: en una reunión acordaron migrar la coordinación a una plataforma específica de coordinación familiar —Senium— y a partir de ahí centralizaron el calendario, el pastillero digital, el historial clínico y las alertas en un único lugar accesible sólo para los familiares autorizados. Coordinar el cuidado familiar cambió la vida de Ana.


Qué cambió en la práctica: Cómo coordinar el cuidado familiar


  1. Agenda única y visible. Todas las citas, pruebas y quién acompaña aparecen en un calendario único; los recordatorios son automáticos y visibles para todos los implicados.

  2. Pastillero digital con evidencia. Cada toma queda registrada: quién la marcó y a qué hora. Si alguien duda, la información está en la app.

  3. Historial y documentos a mano. Informes, analíticas y alergias están agrupados por paciente y por fecha; nadie llega a una consulta sin lo esencial.

  4. Alertas y protocolos comunes. Si una dosis no se registra o cambia una cita, la familia recibe notificaciones y sabe exactamente qué pasos seguir en caso de urgencia.

  5. Roles claros. Ya no hay “me ocupo de todo”: cada hermano tiene tareas asignadas (transporte, farmacia, seguimiento administrativo) y se rota mensualmente si es necesario.


El efecto fue notable en pocas semanas: mejor adherencia a la medicación, menos llamadas por duplicado, y —lo más importante— Ana dejó de estar en modo “gestora 24/7”. Recuperó horas para pasear con su padre y conversar, en lugar de pasar el tiempo llamando, buscando documentos o despachando mensajes pendientes.


Lo que dicen los datos (y por qué importa)


Los hallazgos del I Estudio del Observatorio de los Cuidados (Cinfa, con aval científico de la SEGG), sobre más de 3.200 entrevistas, sitúan el cuidado familiar en cifras que deberían hacernos reflexionar: el 51,1 % de las personas cuidadoras pertenece a la llamada “generación sándwich” —cuidan a padres e hijos— y el 77,6 % compagina el cuidado con su trabajo, dedicando una media de 20,6 horas semanales al cuidado. El perfil más frecuente es el de una mujer de 49 años que cuida a un familiar mayor (por norma, mayores de 81 años); más de la mitad atiende a personas con algún grado de dependencia y casi seis de cada diez cuidadores sufren agotamiento físico y emocional. El presidente de la SEGG, Dr. Francisco José Tarazona Santabalbina, lo resume bien: “conocer la realidad de quienes cuidan es esencial para avanzar hacia una sociedad más justa y consciente: cuidar a la persona cuidadora es también cuidar de nuestros mayores.”


Estos números no son abstractos: representan personas como Ana. Cuando la coordinación falla, la factura es tangible: horas de trabajo perdidas, mayor riesgo de error en la medicación, mayor probabilidad de crisis evitables y, sobre todo, desgaste emocional para quien asume la mayor parte de la carga.


Tecnología con propósito: no por muchas apps, sino por una sola bien diseñada


La incorporación de la tecnología al cuidado tiene sentido si simplifica: la evidencia y las guías de buenas prácticas sobre inclusión digital subrayan que formar y dotar a las familias de herramientas accesibles transforma la experiencia del cuidado, mejora la adherencia y reduce errores. La guía sobre tecnología y personas mayores insiste en que la transformación digital es una oportunidad para mejorar la vida cotidiana y la salud de las personas mayores; con formación y herramientas usables, la tecnología deja de ser una barrera y se convierte en una aliada.


Al mismo tiempo, la realidad de la brecha digital no se puede ignorar: los informes sobre la economía sénior muestran decrementos en habilidades digitales avanzadas en edades superiores y señalan la necesidad de soluciones intuitivas y formación dirigida para que la tecnología llegue a quienes más la necesitan. Esto es clave: una app que centraliza debe ser sencilla para el cuidador y para la persona mayor, y estar acompañada de apoyo y alfabetización digital.


Resultados reales: lo que Ana y su familia ganaron


  • Menos incertidumbre: al llegar a una consulta, siempre tienen la información necesaria.

  • Menos errores en la medicación: el pastillero digital redujo las olvidos y duplicidades.

  • Menos tensión y más presencia emocional: Ana pasa más tiempo hablando y paseando con su padre, y menos contestando mensajes o revisando y cambiando citas médicas.

  • Mejor coordinación a distancia: los hermanos que viven en otras ciudades acceden y actúan sin duplicar esfuerzos.


Conclusión: universalizar la coordinación para cuidar mejor


El caso de Ana y Miguel resume una lección sencilla y potente: cuidar no tiene que significar consumir la vida de una sola persona. Organizar la información, repartir responsabilidades y usar una herramienta única y accesible transforma la experiencia del cuidado: reduce riesgos clínicos, libera tiempo y protege la salud emocional del cuidador.


Pero hay otra lección, más amplia: si la mayoría de los cuidadores son mujeres en edad laboral, que además compaginan empleo y cuidado, nuestras sociedades necesitan políticas, apoyos y tecnologías que reconozcan y alivien esa carga. Centralizar no es solo una cuestión de comodidad —es una medida de justicia social: cuidar a quien cuida es cuidar mejor a nuestros mayores.

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